“Alguna vez mi mundo estuvo pintado de rosa, pero descubrí que mi corazón late con más fuerza entre claroscuros.”
En la moda, como en la vida, hay etapas que parecen sacadas de un sueño. Durante un tiempo todo en mí estaba cubierto de un velo rosa: un lenguaje elegante, delicado, casi perfecto. Ese momento me enseñó a mirar la belleza con una suavidad distinta, a dejarme abrazar por la idea de que la moda podía ser un espacio luminoso.
Pero los colores cambian, y con ellos cambiamos nosotros. En mi regreso a Kiev encontré una elegancia distinta, más sobria, más real, que me recordó lo mucho que me pertenece lo oscuro. Ahí entendí que lo delicado no siempre significa brillo, que la sofisticación también puede habitar en las sombras, en lo incómodo, en aquello que no se muestra fácil.
El último año, en mi trabajo como diseñadora, he transitado entre esos dos mundos. Del rosa pasé al negro, del brillo pasé a la sombra, de lo evidente pasé a lo interno. Y descubrí que es en esa mezcla donde realmente está mi voz: la moda como un lenguaje que abraza tanto lo vulnerable como lo elegante.
Hoy sigo explorando ese contraste. Porque para mí, vestir no es elegir un color, sino reconocer que somos luz y sombra al mismo tiempo. Y en ese espacio ambiguo, en ese vaivén entre lo rosa y lo oscuro, es donde encuentro mi verdad.


Arleth
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