Hay días en los que me siento dividida entre dos formas de crear, la precisión de una prenda y la libertad que existe cuando dejo que el instinto me guíe. En ese contraste encuentro algo de mí.
La sastrería me da estructura, me calma. Me enseña que el silencio también puede ser una forma de diseño. Pero hay momentos en los que necesito romperlo todo, mezclar, experimentar, dejar que las telas hablen desde la emoción más cruda.
Cada diseño que hago tiene algo de ese equilibrio frágil entre lo que controlo y lo que simplemente dejo fluir. A veces es elegante, otras veces es caótico, pero siempre es honesto.
No intento elegir entre un estilo u otro, porque ambos son parte de la misma historia: la mía.
Al final, todo lo que creo nace de lo mismo de sentir demasiado y de no querer esconderlo.
